Cuando somos niñas, la inocencia nos lleva de la mano, no tenemos miedo a nada, bueno, a ese monstruito de debajo de la cama, o de dentro del armario. Siempre soñando con ser mayores, imaginándonos como seriamos dentro de un par o 10 años. Sin disfrutar de nuestra infancia, cuando nuestra gran preocupación era cuando nos iban a pillar o nuestra madre no nos dejaba ir a casa de esa amiga inseparable. Nos creíamos todo lo que nos decían nuestros padres, como no, eramos demasiado inocentes siempre con ese juguete a todas partes con nosotros.
Ahora bien, hemos crecido, hemos madurado con el tiempo, desgraciadamente no todo es de color de rosa, y descubrimos que la vida no es como nos la imaginábamos unos años atrás. Es más jodida, siempre en tu contra. Nuestras preocupaciones pasan a ser en esos exámenes durante el curso, en que cuanto menos hablen de ti, mejor. En gustarle a todo el mundo, pero nunca es así. Errores que cuestan arreglar o superar y tirar para adelante. Disfrutas con tus amigos, vives momentos inolvidables, buenos y malos. Algunos se van y otros llegan y los que no se irán NUNCA.. Los primeros amores. Esos desamores llorando en la habitación, y si la cosa esta sola, mejor. Para que no te vean. Te enamoras, él es especial, diferente a los anteriores. Siempre estás en tu pequeño mundo, ese en el que apareces cuando te pones los cascos con tu música favorita. Tú y solo tú, echando en falta esa inocencia que antes abundaba en ti.
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